ACOMPASARNOS CON LA VIDA
"Wu-wei, que literalmente significa no forzar (las
cosas), significa no actuar en contra de la naturaleza, sino nadar con la
corriente, navegar con el viento, fluir con la caída de las olas o agacharnos,
inclinarnos, si fuese necesario. (...) De esta forma, wu-wei debería ser
entendido en primer lugar como una forma de inteligencia, la inteligencia de
ser conscientes de los principios, estructuras y tendencias de la actividad
humana y de los fenómenos naturales, de tal modo que tengamos que utilizar la
cantidad mínima de energía cada vez que nos relacionemos con ellos".
Alan Watts.
"El no-hacer significa soltarlo todo. Significa, por sobre
todas las cosas, observar y dejar que los pensamientos pasen en la medida en
que emergen y se desvanecen. Significa dejarnos ser".
Jon Kabat-Zinn
Reflexión
Muchas de las tradiciones contemplativas
nos hablan del "no hacer" como una actitud desde la cual estar
presentes cada día, desde donde nos podemos conectar con la plenitud y la
simpleza de respirar y estar vivos. Es posible entender la atención plena o el
estar presentes como el cultivo del "estar" o el "ser", más
que del "hacer". Sin embargo, esta idea puede resultar un poco
confusa cuando la tomamos literalmente. Hay una sutil y a la vez gran
diferencia entre el "no hacer" literal y el "no hacer"
entendido en su forma más sutil y profunda. En el primer caso podemos caer en
un extremo nihilismo, perdiéndonos de la maravillosa posibilidad humana de
crear, concretar, ir y transformar. En el segundo caso, el no hacer es una
actitud que surge cuando nos sintonizamos con nuestra experiencia presente, a
través de lo cual tenemos la capacidad de elegir qué hacer, y luego hacerlo
desde una actitud plenamente consciente.
Estamos sumergidos en una dinámica cultural
y social que pone la productividad al centro de nuestras vidas, donde el hacer
se transforma en sinónimo de vivir o existir. Y de alguna manera es inevitable
estar haciendo algo en cada momento, el punto es desde dónde y cómo lo hacemos.
Es posible que muchos de nosotros podamos identificar un particular estado de
ansiedad y apuro desde el cual a veces hacemos las cosas. En el plano más
cotidiano, cuando nuestra agenda está rebalsada de actividades que hacer en el
día, entramos en una relación de tensión con el tiempo, como si estuviéramos
corriendo contra él. Cada actividad se transforma en una plataforma para pensar
en la siguiente, como si hubiese algo dentro que quisiera salirse del cuerpo y
abalanzarse sobre un proyecto que está tres kilómetros más allá de lo que
estamos haciendo ahora. En un espacio más íntimo, podemos relacionarnos con
nosotros mismos desde esta manera apurada, estando siempre inquietos y
disconformes con aquello que somos ahora, sintiendo en el cuerpo esa fuerza que
se apresura hacia lo que algún día seremos. Desde este espacio es muy fácil
entrar en un diálogo impaciente y crítico con nosotros mismos, diálogo que no
sólo no nos lleva a donde queremos ir, sino que también nos priva de la
posibilidad de presenciar y acompañar el ritmo natural con que las cosas y los
procesos que vivimos se despliegan.
Si tomamos conciencia de los constantes
latidos del corazón que permiten que la sangre circule por el resto del cuerpo,
de la espontaneidad con que la respiración simplemente ocurre, o el ritmo estable
y persistente con el que crece un árbol, es posible que nos percatemos de la
forma misteriosa e inteligente que la naturaleza tiene de hacer las cosas. Si
observamos profundamente, podríamos encontrar muchas diferencias entre estos
ritmos y la manera en que nosotros solemos hacer lo que hacemos. Nos damos
cuenta de que por más que nuestra limitada voluntad se esfuerce por ver
resultados inmediatos o llegar al otro lado del océano de un salto, las cosas
avanzan a un ritmo que está sutilmente más allá de nuestro alcance. Nuestro
intento por apurar los procesos, forzar los aprendizajes, estrujar el tiempo
como si fuera una cosa, son simples juegos de la mente en los que nos ocupamos
mientras el crecimiento concreto, el aprendizaje efectivo está sucediendo en el
subterráneo corazón de nuestra propia naturaleza.
En este sentido el no hacer tiene que ver
con entrar en resonancia con ese ritmo que muchas veces subyace a las capas
agitadas de nuestra mente ocupada, conectándonos con reverencia frente a esa
inteligencia natural desde la cual las cosas realmente suceden. Entender que
por más que intentemos forzar las ramas de un árbol para que crezca más rápido
y dé mejor sombra, el crecimiento del árbol está regido por una fuerza que es
más amplia que nuestro esfuerzo. El no hacer, no es dejar de hacer, sino que es
estar presentes en la actividad en la que nos encontremos. Es no forzar y por
lo tanto no esforzarnos más allá de nuestros límites y ritmos naturales; es
conocer cuáles son esos límites y ritmos propios, respetarlos y no juzgarnos
por no poder ir más rápido, por no haberlo hecho mejor o por no haber aprendido
lo suficiente.
Cuando recordamos estar presentes en lo que
sea que estemos haciendo, mágicamente descansamos, aún cuando continuamos
haciendo lo mismo. Despejamos la actividad de esa energía ansiosa, preocupada y
obstinada por empujarnos siempre hacia adelante, y nos alineamos con el
movimiento presente de lo que ahora está sucediendo. En este momento es posible
que sintamos que hacemos las cosas desde una sensación de no esfuerzo, en la
medida en que nos alineamos con el movimiento orgánico con el que se
desenvuelven las cosas. Nuestra acción pasa a estar al servicio de ese ritmo,
en lugar de tratar de apurarlo o ir en contra de él.
La confianza es una cualidad fundamental
que nos puede servir de aliada cuando cultivamos este no hacer a través de la
atención plena. En términos absolutos, la confianza de que aún cuando nos
sentemos durante todo el día a mirar el cielo, a "hacer nada", hay
una infinidad de procesos que están ocurriendo. Que no necesitamos pasar a la
modalidad de "ahora estoy haciendo algo" para que las cosas ocurran.
Que la evolución, la interconexión, el movimiento, la transformación, están
aquí mismo, estemos en la actitud que estemos. Que en realidad nuestra acción
no tiene por qué ser demasiado complicada, y que en la medida en que somos
parte de un flujo mucho más grande de existencia, nuestro hacer puede consistir
en una intervención mucho más simple y liviana, como la del hombre que recoge
una flor del suelo y la deja sobre la mesa, o la del artista que sabe que sólo
un par de líneas son capaces de dibujar el universo entero.
Práctica
Durante esta semana te invitamos a estar
especialmente atento/a a tu experiencia mientras haces algo. ¿Cuáles son las
sensaciones que surgen en tu cuerpo mientras estás en medio de una actividad?
¿Qué emociones predominan? ¿Cuáles son los pensamientos? La idea es que cada
vez que te des cuenta de que estás en una actitud innecesariamente apurada, y
reconozcas esa ansiedad y tensión que se producen en el cuerpo a partir de
ello, vuelvas a tu respiración y sientas la completitud de ese momento. Tal vez
ahora mismo estás leyendo esta pausa de manera "abalanzada", pensando
en lo que harás después. Si tomas conciencia de este momento, es posible que
descubras un ritmo más silencioso, más profundo, más orgánico en el acto de leer,
caminar, trabajar, estudiar, ir de compras o conversar. Intenta encontrar ese
ritmo cuando estás con otras personas. Abre espacios de silencio en medio del
flujo activo de tu día, y permite que se devele un ritmo más calmo con el que
se están desplegando las cosas. Tal vez te des cuenta de que mucho del apuro o
urgencia no hace realmente ninguna diferencia para que las cosas se hagan más
rápido o más eficientemente, sino que todo lo contrario.
También te invitamos a estar atento/a a la
sensación de carencia, insuficiencia e incomodidad respecto al momento
presente, y respecto a lo que eres ahora. ¿Hay algún juicio hacia el estado
presente de las cosas? ¿Hay algún pensamiento de "cuando obtenga esto,
cuando aprenda esto otro, cuando me jubile" seré realmente feliz? En el
momento que sea que identifiques esta emoción, sensación o pensamiento en tu
experiencia, vuelve amablemente al momento presente e intenta observarlo de la
manera más amplia posible, en toda su diversidad, complejidad y vastedad. Tal
vez esa sensación de insuficiencia provenga del hecho de que sólo te estás
focalizando en un sólo aspecto de tu vida ("no tengo pareja",
"no consigo trabajo", etc.), y que ampliando tu perspectiva
("tengo el privilegio de entrar en contacto con mi cuerpo a través de la
atención y la conciencia"), puedes reconectarte con un sentimiento de
plenitud y abundancia que no está en ningún otro lugar más que ahora.
Recuerda que el no hacer no significa dejar
de hacer. Que el estar y aceptar el momento presente no significa entrar en una
especie de inercia en donde las cosas no tienen que cambiar. Las cosas no sólo
cambian inevitablemente, sino que hay muchas veces que se requiere de un gran
esfuerzo y un acto de determinación de nuestra parte para generar cambios
necesarios. El no hacer es acompasarnos con el ritmo compasivo y orgánico que
está en cada uno de nosotros.
Red Mindfulness
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